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Bienvenido al burdel de las palabras,
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miércoles, 12 de enero de 2011

Duerme niña, duerme.

“Mira cómo duerme”,

me recuerda mi mente

mientras me fumo el cigarro

de desahogo.

Su espalda, se vislumbra en

la oscuridad

con el fino reflejo de la luna

que entra por la ventana,

tenue, pálida, y bella.

Una figura perfecta,

que minutos antes fue caótica,

ahora respira suavemente

después de haber

soltado mil improperios

con cada agitada respiración.

El cigarro se me consume

en los dedos,

y la miro.

Es demasiado bella,

es totalmente perfecta,

tumbada boca abajo

totalmente exhausta,

dejando entrever

sus redondos pechos

entre la cama y su cuerpo.

Observo, silenciosamente

cómo se alza cada poco,

para volver a caer sobre su lecho,

lecho que fue zona de combate,

ahora es zona de sueños.

Y yo sueño incluso despierto

que esto se repite todas

y cada una de las noches

que me quedan de vida.

Junto a ti.

Apago el cigarro totalmente consumido,

y me acerco silenciosamente

hacia ella, recorriendo su espalda

con mis áspera manos,

dejando caer algún

lastimoso beso sobre su cuerpo.

Y siento que la quiero

con cada suspiro

que suelta en sueños,

con esa sonrisa que tiene

cuando duerme,

con esa belleza que

se remarca cuando descansa.

Me dejo caer a su lado,

agarrándola de la cintura

con un movimiento lento

de dedos,

con un nerviosismo anormal.

Quizás tema a que despierte

y se rompa toda armonía

creada por ella.

Se arrejunta hacia mí,

pegando su cuerpo sobre el mío,

agarrándome inconscientemente,

regalándome suspiros sobre mi cuello.

Y siento que nos volvemos a unir

en solo una persona,

en un único ser.

Duerme niña,

que hoy yo te protejo.



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