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Bienvenido al burdel de las palabras,
dónde las más putas palabras
se desnudan para deleitar tus oidos,
excitar tus sentimientos
y empalmar tus emociones.

sábado, 19 de marzo de 2016

Violines y rosas

Lo que sonaba era un violín.
Mientras repiqueteaba
en el cristal finas agujas
de lluvia bastante fría,
pareciera que llegaba el fin.
Cuando la soledad toca
esa canción, alegre para ella
inundando las cuencas
de unos ojos que no saben
que es lo que ven ciertamente.
Era el violín lo que sonaba,
en aquella plaza mientras
eran fusilados un grupo
desertor de recuerdos.
Cada nota, una nueva quemadura
en la piel marchita de aquella rosa,
podrida por exceso de lágrimas,
marchita de tantas mentiras,
cansada, de esperar algún sol
que la levantase.
Era un violín.
No comprenden las masas
lo que aquella canción pedía,
es bien fácil.. Sólo hace falta
escuchar cada desgarro
en el llanto, de aquella melodía.
Realmente no me esperaba,
ciertamente no imaginaba,
y es que a mi la gente me parecía
más noble, con más valía,
más corazón, o meramente
un poco de empatía.

Se fue el piano.

Aunque sigue la lluvia.

Es imposible con sus susurros,
notar algo de alegría...
¿Y es que acaso no se dan cuenta?
Les gritaba con cada movimiento
del arco... que la orquesta viniera.
Ni timbales ni platillos;
sólo era el violín el que sonaba.
Es dulce ver desde la altura
como todos son insignificantes,
es dulce desde el borde de la muerte
como todo está igualado;
como nada tiene sentido,
y a la vez, todo adquiere
su verdadero significado.

¡Esperen! ¡No se vayan!
Aún no ha terminado,
ni tan siquiera había empezado...
El violinista aún afinaba las cuerdas;
aunque hayan acabado
su copa convidada,
hayan limpiado el polvo
de aquel pegajoso cristal,
escuchen su melodía
si no fuese mucho pedir,
por favor.

Que no siempre toda la orquesta
tiene algo que decir,
que la forman instrumentos individuales
y estos no solo siempre
se expresan con su sonido.
Estén atentos a sus expresiones visuales,
vean la rosa marchita
llena de quemaduras.
Fue el violín el causante
y es que no soportaba,
el que publico se fuese
y por mucho que suplicaba
a la gente (¡miserables!),
a ellos (¡ruines!) no les importaba.

El violín sigue sonando.
La lluvia, sigue marchitando
aquella rosa.

No hay sonido.
Solo fuego que se acerca
de nuevo a la rosa,
elude la lluvia, y de nuevo
abrasa el brazo de la rosa.
No era tan difícil escuchar
lo que pedía...

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¡Está loco! Lleva un arma,
sujeto firmemente con su mano,
apoyado al cuello,
y nos mostraba su alma.
Con cada movimiento, abrasaba
un poco más su brazo,
¿Acaso no siente dolor?
No es un arco, si no una cerilla,
no era una música si no sollozos;
Ya su piel se asemeja a una parrilla...

No se da cuenta el violinista,
de lo que siente la rosa,
a cada llama que se pasea
por sus pétalos:
¡Detengalo! No soporto ese
olor a quemado,
aún estando acostumbrado
y no sentir que le pese
el dolor de una nueva nota,
no soportaba aquello
que sólo para el guardaba.
Era su mejor regalo,
la mejor forma de demostrarse
que aún le sentía, que aún le quería.
Que a pesar de todo y las pastillas,
aquella rosa aún vivía.
Pero sonando sólo un violín.
Que en febrero ya sólo quedaba ella,
que el resto habían migrado,
o quizás no, y sólo hibernaron.
Pero sólo quedaba ella:
bajo las lágrimas, o la lluvia;
el fuego, o el violín;
la rosa, o su brazo;
yo y el violinista; el violinista o yo.

No lo tengo claro, últimamente
sueño cosas raras.
Y ya me queda por infortunio
un único remedio...
El sonido de aquél marginado violín,
de aquél maleducado violinista;
y aquella frágil, destrozada, quemada rosa.
No lo siento, y no pido
ya vuestra interesada comprensión.
Que yo entiendo por qué
me gusta el efecto del violín,
y aunque les duela,
la rosa se siente comprendida
por la llama. Ya que es quien
la hace caso. Es quién ahora
la toca por las noches;
es quien le folla sus pétalos
y quien le enciende sus cigarros;
para como en un círculo vicioso
de nuevo acabar en sus brazos.
Pétalos.
Violines.
Mutilaciones. Auto.

Es un respiro el oír su susurro;
es odioso que durante días
sólo escuches el violín y
el cómo se van quemando
sus pétalos. Al final se cogen
cariño. Sólo se tienen a ellos,
y ya lo perdieron todo tratando
de buscar a alguien que le escuchara
a el, y a ella alguien
que le mostrará un mínimo de interés.

Lo perdieron todo, y por eso nadie viene.
Les regalaron a su público todo
para que nunca se fuesen.
¡Idiotas el puto violín,
y la jodida rosa! (Nunca aprenden)
Que el público es una veleta,
y por más que me empeñe,
el Viento siempre sopla en su contra.
Por mucho que les inviten,
a escuchar sus melodías, en cuanto
se acabe, se irán en desbandada.
Como todos los días,
al igual que en sus funciones
repetidas cada semana,
esperando encontrar a alguien
que tuviera coraje
y acabase de escuchar
lo que os tengo que decir.

Aunque lo único que suena
ahora, es ese silbido
al acercar el violín a una rosa...
Pero ya estoy tranquilo.
Se me fueron las preocupaciones
con esa llama, quemando mis pétalos.